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Caña de azúcar y carnaval en República Dominicana

Por César Heredia

La caña de azúcar en la República Dominicana, cuya aparición dentro de la gama de productos agrícolas introducidos al país data de inicio de la conquista, ha sido históricamente el producto que una vez industrializado ha realizado el mayor aporte a la economía de la nación, pues el azúcar a partir de la caña se consideró por casi tres décadas la espina dorsal de nuestra economía doméstica.

Ha sido la industria azucarera la piedra angular para el desarrollo de la infraestructura turística a partir del aporte de los terrenos, que su por condición geográfica y ambiental, reunían la vocación adecuada para facilitar la construcción de hoteles y obras complementarias para lo que hoy es nuestro importante sector turístico.

Otro importante aporte a partir de los terrenos cañeros los son las obras de infraestructura de zonas francas, la industria de la maquila se cimentó en zonas donde la industria de la caña tenía ingenios estatales, que desde los 80 iniciaron un proceso de diversificación a partir del uso de la tierra, y no solo se realizaron aportes a las instalaciones de zonas francas, sino a la diversificación de productos agrícolas, como piña, variedades de cítricos, arboles maderables y frutales diversos.

 Asimismo, el importante crecimiento de la ciudad de Santo Domingo se debe a la utilización de los antiguos terrenos cañeros para el desarrollo urbano, llegándose a la creación de una nueva provincia, pues la expansión satelital de las zonas oeste, norte y este de la ciudad capital imposibilitaba la gestión administrativa de la misma, por lo que fueron creados 4 municipios y diferentes distritos municipales para constituir la provincia de Santo Domingo, mediante el establecimiento la Ley no. 163-01, que también redefinió los límites del Distrito Nacional o ciudad

 capital.

Se pueden enumerar otros aportes de la industria azucarera vinculados al desarrollo socioeconómico del país, pero en la ocasión nos referiremos al aspecto cultural relacionado con el folklore carnavalesco y la contribución del sector productor de caña y azúcar a la celebración de dos manifestaciones de la cultura folclórica popular, originadas en las comunidades cañeras conocidas como bateyes. Estas son: “el Gagá y los Guloyas” ambas caracterizadas por la expresión de ritmos, danzas, cantos y rituales que reflejan creencias religiosas oriundas de los ancestros tribales de una y otra expresión cultural.

La definición del origen histórico del gagá esta sesgada por las limitaciones y prejuicios de una gran cantidad cronistas e investigadores que a partir del periodo colonial han analizado las manifestaciones religiosas y culturales de los negros e indígenas de la isla. No obstante, hay bastante coincidencia en la afirmación, de que muy a pesar de la resistencia de los colonizadores y la represión ejercida para que estos no reprodujeran sus creencias religiosas y culturales, hubo un mecanismo mediante el cual ellos apelaron a la utilización de elementos sociales, culturales y religiosos españoles para sostener sus creencias. Esta acción de sincretismo dio inicio a un proceso de desarrollo que como resultado surgieron elementos de la cultura haitiana y dominicana.

Es a partir del sincretismo religioso que nace el gagá, existiendo estudios muy socorridos que descartan que sea una manifestación de los negros haitianos que vienen al corte de la caña, aunque si se localiza en los bateyes y comunidades ligadas a la producción y corte de esta, pero en realidad en el gagá participan muchos dominicanos de nacimiento y origen, muchos haitianos y muchos dominicanos descendientes de haitianos.

Con relación a los Guloyas, un tesoro cultural heredado de las Antillas Menores, asimilado de manera gradual de los emigrantes procedentes de algunas islas de dominio británico en el caribe, dentro de las que podemos citar a Martinica, Antigua, Tórtolas y otras, cuyos habitantes vinieron a trabajar en la industria del azúcar, dando origen a la cultura cocola, pues a estos migrantes se le denominó “cocolos”, siendo una de las expresiones más expuestas de esta cultura el Guloya, cuya danza, ritmo,  indumentaria y practica ritual envuelve al expectante en una mágica atracción y deleite.

En el año 2005 los Guloyas de San Pedro de Macorís, para regocijo del folklore de carnaval dominicano, fueron reconocidos por la UNESCO como segundo patrimonio oral e intangible de la humanidad.

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