El colmado en la cultura de la República Dominicana
Durante todo el período colonial, republicano, e inclusive hasta en los primeros años de la dictadura, la figura del colmado era esencial en sus aspectos social y comercial, ya que esta era la principal vía para la distribución de productos no perecederos. El crecimiento económico dominicano y mundial luego se amplió para conocer otras manifestaciones, pero hasta entonces en el colmado era donde se reunían todos. En los centros urbanos había tiendas, pero en cualquier lugar había un colmado.
Con la migración árabe empezaron a venderse de manera ambulante ya a precios más asequibles ciertos productos como las telas y algunos ungüentos. Esto significó una ampliación de los negocios al detalle, puesto que durante los primeros cuatrocientos y pico de años de la isla, no existían grandes movimientos. De hecho, el país con el que compartimos territorio, Haití, siempre ha tenido un comercio más restringido, concentrándose en la figura del mercado público.
En República Dominicana, sin embargo, lo que eventualmente se convirtió en uno de los supermercados más grandes y la base de uno de los grupos de distribución más importantes, el Centro Cuesta Nacional (CCN), fue, en su principio, el colmado Nacional de la calle El Conde. Los colmados dominicanos han sido siempre parte de la prosperidad nacional.
La literatura, la pintura y la fotografía reflejan esta importancia en la cotidianidad de los dominicanos. El gran pintor Plutarco Andújar fue célebre por sus escenas marinas, pero también por sus mujeres frente a una colección de productos agrícolas, sus vendedores de plátanos, sus marchantas y sus escenas de calles donde aparecen colmados.
De hecho, el mismo CCN, en su interés de ofrecer derivaciones artísticas asequibles de la cultura dominicana era un fabricante habitual de vajillas que recogían obras de artistas y cuando decidió lanzar la alusiva a la de Plutarco Andújar las incluyó todas, además de sus escenas marinas y con pescadores.
En la literatura, una novela esencial, “Over”, de Ramón Marrero Aristy, retrata con dolor la experiencia del vendedor de los bienes que eran adquiridos por los obreros de un central azucarero.
En la fotografía, Polibio Díaz, que también presenta diversidad temática, no podía dejar de incluir escenas alusivas a este importante elemento de nuestra vida social. En los años 90 se popularizó la figura del “colmadón”, la utilización del lugar donde la gente adquiría productos al detalle hasta convertirse en lugar de encuentro y esparcimiento. La gente pasó de encontrarse mientras realizaba sus compras, a reunirse para conversar y jugar dominó y, en fidelidad con el espíritu fiestero, a escuchar música y a bailar. Los colmados fueron determinantes en la creación del “género urbano”.
Pero ha sido su dimensión de servicio a público donde los colmados han sido mejor aprovechados. Durante la primera década del siglo XXI el Banco Popular empezó a utilizar la figura de “subagentes”, es decir, de contar con la colaboración de los colmados (también farmacias y otras pequeñas tiendas de atención puntual) para poder llevar sus servicios financieros a un público más amplio.
Y si un banco tuvo esa visión un tanto precoz sobre las posibilidades de integración a una figura establecida, poco tiempo después, la pandemia del año 2020 fue la consagración de la colaboración de los colmados con el bienestar social.
Los programas “Quédate en casa” y otras respuestas estatales fueron esenciales en la manera de responder a una condición que nos afectaba a todos. Fuera de su posible derivación proselitista, durante los últimos años y a pesar de las transformaciones sociales que hemos ido viviendo, las figuras de los colmados y sus dependientes cercanos, habituales y con conciencia de administración financiera han sido relevantes para la cotidianidad, el arte, la salud y la economía dominicanas. Su conocimiento y premiación a través de “La revista del comercio” es un esfuerzo del que nos beneficiamos todos.
People out on the streets again